Es frecuente escuchar como excusa de los más chabacanos espectáculos, las más insulsas obras literarias o aún las artes plásticas más banales o pretensiosas que ello es así porque se trata de las manifestaciones “artísticas” que mejor se avienen con el gusto del público.
¿Pero, será así?
Ya en una sociedad aristocrática como la España del siglo XVIII, Don Tomás Iriarte escribía esta fábula, que, respetando la terminología de la época, trataba de responder la pregunta:
Es la número 27 y se llama El asno y su amo
“Siempre acostumbra hacer el vulgo necio
de lo bueno y lo malo igual aprecio:
yo le doy lo peor, que es lo que alaba”.
De este modo sus yerros disculpaba
un escritor de farsas indecentes;
y un taimado poeta que lo oía,
le respondió en los términos siguientes:
“Al humilde jumento
su dueño daba paja, y le decía:
“Toma, pues con esto estas contento”.
Díjolo tantas veces, que ya un día
se enfadó el asno, y replicó: “Yo tomo
lo que me quieras dar; pero, hombre injusto,
piensas que sólo de la paja gusto?
Dame grano y verás si me lo como”.
Sepa quien para el público trabaja
que tal vez a la plebe culpa en vano;
pues si en dándola paja, come paja,
siempre que le dan grano come grano".
Sin duda, divulgar la ciencia es una manera de darle “grano” al público.
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