A excepción del saber estrictamente profesional, la casi totalidad de los conocimientos de que disponen nuestros contemporáneos proceden de los medios de comunicación. En este sentido, es innegable que cumplen una función educativa, aunque a veces se trate de un proceso inconsciente. Pero para que esta función educativa se cumpla en sentido positivo, debemos tener presente cual es la naturaleza de los medios de comunicación y la forma en que suelen tratar la información.
Creemos, erróneamente, que la simple presentación de determinados contenidos en los medios, y su gran difusión, cumplen sobradamente con esta función educativa. Los medios de comunicación, y esto es también de sobra conocido, no son más que poderosos agentes de propaganda y de difusión de las ideas dominantes en la sociedad. La estrategia de la UICN "Cuidar la Tierra" lo dice bien claro: "Lo que la gente hace es lo que la gente cree. A menudo unas creencias ampliamente aceptadas tienen más poder que los decretos gubernamentales". Y en muchos casos, la falta de conciencia sobre los problemas ambientales se funda en creencias erróneas, creencias que se apoyan en malas informaciones o en informaciones que los receptores no están en condiciones de interpretar de forma crítica.
Para educarse a través de los medios de comunicación es necesario aprender a informarse, una tarea fundamental si tenemos en cuenta que para un gran porcentaje de la población la televisión, la radio o los periódicos son la única fuente de instrucción post-escolar a la que tienen acceso.
Aprender a informarse requiere descubrir el carácter fragmentario de la información, y las visiones parciales y manipuladoras de la realidad que provoca. La comunicación objetiva, la comunicación neutral, la comunicación completa, no existen. “Con esto no estamos dibujando un mundo orwelliano, donde oscuros intereses se encargan de manipular la realidad para ofrecernos una versión falsa–aclara el autor de “El medio, en los medios”. Estamos hablando de una actividad humana, sometida a los criterios subjetivos de los comunicadores y a los servilismos políticos y económicos de las empresas de comunicación, y que se desarrolla a través de instrumentos incapaces de ofrecer una visión global de la realidad, por más que a veces se nos vendan como algo que "supera a la misma realidad". Otra cosa es que los medios, conscientemente, adapten la realidad a sus propios intereses.
Aún asegurándonos de que la información transmitida es fiable, veraz y comprensible, no siempre los receptores están en condiciones de seleccionar y valorar los datos que se les ofrecen para articular, en base a ellos, una conciencia crítica del mundo que les rodea. Una audiencia formada, crítica y exigente es la mejor garantía de calidad en los medios, y esa no es una tarea exclusiva de los periodistas sino de toda la sociedad.
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