Perfil de los científicos que divulgan
“Hoy en día, muchas instituciones admiten la importancia de la divulgación y, más generalmente, de las actividades de diseminación del conocimiento científico- asegura el físico argentino radicado hoy en Lyon, doctor Pablo Jensen, en su trabajo “¿Cuáles científicos divulgan?”[[1]].
Desde hace ya varios años, reconoce este investigador, las instituciones científicas parecen haber admitido la importancia de las relaciones entre investigación y opinión pública. Por ejemplo, el director del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS), Bernard Larrouturou envió en el 2006 una carta al personal donde afirmaba la importancia de tomar en cuenta la actividad de “difusión de la cultura científica” en la evaluación de los investigadores.
También, en el Reino Unido, el presidente de la Royal Society , Martin Rees, indica que “los científicos tienen que relacionarse más con el público”. Una encuesta realizada por esta señera institución en el 2006 demuestra que la mayoría de los científicos reconoce que “el público tiene que ser informado de las implicaciones sociales y éticas de las investigaciones, y que ellos tienen la responsabilidad de comunicárselas”[[2]].
En la Argentina, en la conferencia de prensa de fin de año del 2008 la presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) doctora Marta Rovira, destacó que desde la institución se iban a implementar acciones para acercar más el CONICET a la sociedad, entre ellas, incentivar a sus investigadores para que se interesen por realizar la divulgación científica de sus trabajos. Para ello se agregó en los formularios de evaluación anual el rubro: divulgación científica, como un ítem a ser considerado por las comisiones evaluadoras entre las tareas realizadas.
Además, desde el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, de quien depende el CONICET, se desarrollaron acciones de divulgación como “Los científicos van a la escuela”, Ferias de ciencia y Olimpíadas.
Reconoce el doctor Jensen [[3]] en su trabajo, que “sin embargo las prácticas concretas de las instituciones no siempre coinciden con las prioridades anunciadas. Por ejemplo, el informe de candidatura del CNRS a un cargo de “Directeur de Recherche” prevé 9 líneas sobre las actividades de colaboración industrial y divulgación efectuadas en 20 años. Y pocas instituciones incluyen a la divulgación entre los requisitos para financiar los proyectos”.
En este contexto, resultó importante saber si la divulgación directa hacia el público es una práctica común entre los investigadores, o si es solamente una pequeña minoría la que dedica tiempo a esta actividad. Sorprendentemente, hay muy pocos estudios al respecto.
Jansen y su equipo pudieron realizar su investigación sobre este tema gracias a que la dirección de recursos humanos del CNRS les permitió el acceso a su base de datos entre el 2004 y el 2006 de 11.000 científicos de la institución. Los investigadores diferenciaron las actividades de los científicos en tres grupos: popularización (incluye charlas con escuelas, conferencias para el gran público y entrevistas a medios), relación con la industria, y enseñanza (salvedad: en Francia no es obligatorio que los científicos sean a su vez docentes). Esos datos fueron comparados a su vez con un “indicador bibliométrico”, que mide la performance científica de cada investigador (número de papers publicados y el índice de citación) en función de la cantidad de años que el investigador lleva en la carrera.
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Carl Sagan |
Es sabido que muchos científicos piensan que una actividad de difusión puede ser nociva para su carrera, que quienes realizan tareas de comunicación de la ciencia son los menos “prestigiosos”, o al menos los que no tienen un lugar destacado en la producción científica .Esta creencia está sustentada en el supuesto “efecto Sagan”: la celebridad pública de Carl Sagan habría sido inversamente proporcional a la cantidad y calidad de sus actividades académicas. Sin embargo, el análisis de sus publicaciones (o de su impacto) demuestra que tal efecto no existe: a lo largo de su carrera, que comenzó en 1957 y terminó en 1996, Sagan escribió un promedio de un artículo científico por mes, sin que su debut como divulgador en Cosmos incidiera en este promedio.
Es decir que el trabajo demuestra exactamente lo contrario de lo que asevera el prejuicio instaurado: la actividad de divulgación es correlativa con los más altos indicadores de producción científica. “Los científicos inactivos en popularización de las ciencias y colaboraciones con la industria tienen una menor performance académica”. Igual conclusión se obtuvo al comparar la cantidad de trabajos publicados por año: quienes más publican son quienes más se comprometen con la actividad de divulgación y viceversa.
“Encontramos que, contrario a lo que usualmente se cree, los científicos más activos en la diseminación del conocimiento científico son también más activos académicamente”- asevera Jansen[[4]].
La contracara de la buena noticia es que el ejercicio de la divulgación no tiene ningún impacto, ni positivo ni negativo, en sus carreras científicas. Ni siquiera en Francia.
La investigación demostró, además, que los científicos que están próximos a retirarse son menos activos en las actividades de divulgación. También pudieron saber que las mujeres se inclinan más a las actividades de popularización, los hombres a la enseñanza y que no hay diferencias relevantes en las colaboraciones con la industria. Y que los científicos que más divulgan son los que se vinculan con ciencias humanas y la astrofísica, mientras que los químicos son quienes en menor medida se acercan a acciones de divulgación.
El resultado del trabajo diseña la radiografía del “divulgador tipo” en Francia como: Más mujeres y menos hombres, muy reconocidos en el medio y con una prolífica actividad científica traducida en papers y en la participación en congresos de la especialidad.
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